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sábado, 30 de noviembre de 2024

Cuento: El Eco de la Esperanza

El Eco de la Esperanza

En Chile, las sombras de la delincuencia y la inseguridad se habían extendido por todas partes, creando una atmósfera de miedo y desasosiego. Las calles, que una vez fueron tranquilas y seguras, ahora estaban llenas de incidentes y asaltos. La gente de las distintas ciudades y pueblos estaba preocupada y desesperada, viendo cómo la situación empeoraba día tras día sin una respuesta efectiva del gobierno.

En la pequeña ciudad de Villa Hermosa, los vecinos comenzaron a alzar sus voces, pidiendo la implementación de un Estado de Excepción. Creían que esta medida podría traer la paz que tanto anhelaban, pues consideraban que las autoridades no estaban haciendo absolutamente nada para detener la ola de crimen.  Las conversaciones en las plazas y las reuniones comunitarias giraban en torno a esta solicitud, alimentada por el creciente estrés y la ansiedad

 Dentro de este ambiente de incertidumbre, se encontraba Carolina, una joven madre que sufría de hipersensibilidad auditiva. El constante ruido de los taxibuses que pasaban frente a su casa durante el día la afectaba profundamente, haciendo que su estrés y su angustia aumentaran. No solo tenía que preocuparse por su propia salud mental, sino también por la seguridad de sus hijos.

Una noche, Carolina decidió actuar. Organizó una reunión en su casa con varios vecinos para discutir posibles soluciones. Entre ellos estaba Juan, un anciano que había visto cómo su tranquilidad se esfumaba en los últimos meses; y Laura, una profesora que luchaba por mantener la calma en sus alumnos a pesar del entorno caótico.

Durante la reunión, surgieron diversas ideas, desde la implementación de patrullas vecinales hasta la creación de programas de apoyo psicológico para los más afectados por la situación. La comunidad decidió unirse y trabajar juntos para protegerse mutuamente y apoyar a aquellos que, como Carolina, se veían profundamente afectados por el estrés y la ansiedad.

Con el tiempo, el esfuerzo colectivo comenzó a dar frutos. Las patrullas vecinales lograron disuadir a muchos delincuentes, y los programas de apoyo psicológico ayudaron a aliviar la carga emocional de muchos habitantes. El ruido de los taxibuses seguía siendo un desafío, pero Carolina encontró formas de mitigar su impacto, como el uso de auriculares con cancelación de ruido y la creación de un pequeño jardín interior donde podía encontrar algo de paz.

Aunque la situación en el país seguía siendo complicada, Villa Hermosa se convirtió en un ejemplo de resiliencia y solidaridad. Las voces de sus habitantes resonaron más allá de sus fronteras, inspirando a otras comunidades a unirse y enfrentar los desafíos con esperanza y determinación.

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BONUS TRACK


Otro cuento 


Desafío en la noche (con cierto estilo infantil) 

En un pequeño pueblo de la zona centro-sur, vivía un niño llamado Leo. Leo era conocido por su curiosidad y su gran corazón. A menudo se preguntaba por qué la gente a su alrededor parecía preocupada y temerosa. Aquellas noches, el cielo se oscurecía y la tranquilidad se transformaba en inquietud. Los rumores de portonazos y balas locas llenaban el aire, y muchos sentían que el Toque de Queda era la única solución. 

Una tarde, mientras exploraba el bosque cercano, Leo escuchó sollozos. Se acercó sigilosamente y encontró a su amiga Marta, quien lloraba sentada bajo un árbol.

"¿Qué te pasa, Marta?" - preguntó Leo.

"Mis papás están asustados por la inseguridad, dicen que no pueden salir después de que oscurece. ¡Yo solo quiero jugar!" - respondió Marta, limpiándose las lágrimas.

Leo pensó que no podía dejar que el miedo ganara, así que decidió organizar una reunión con sus amigos. Esa misma tarde, convocó a todos en su casa.

"Chicos, tenemos que hacer algo. No podemos vivir con miedo todo el tiempo. ¿Qué podemos hacer para sentirnos seguros y ayudarnos mutuamente?" - preguntó Leo con determinación.

"Podríamos estar juntos en las noches, hacer una especie de guardia entre todos, así nuestros papás se sentirán mejor" - sugirió Rosa, siempre lista para aportar ideas.

Los amigos se pusieron manos a la obra. Cada noche, se reunían en la plaza del pueblo, encendían linternas y contaban historias. Así, poco a poco, la comunidad comenzó a unirse. El sonido de la risa y la alegría llenó el aire, creando un ambiente de confianza.

Pero una noche, mientras estaban contando historias, un grupo de chicos más grandes apareció. Eran conocidos como los "Chicos Malos" en el pueblo. Se acercaron con actitudes desafiantes.

"¿Qué hacen ustedes aquí tan tarde?" - dijo el líder de los Chicos Malos, cruzando los brazos.

"Estamos pasando el rato, divirtiéndonos juntos. ¿Te gustaría quedarte?" - respondió Leo, con una sonrisa.

"No creo que quieras que nos quedemos. Aquí no hay lugar para los débiles" - dijo el chico, sonriendo de manera amenazante.

Pero Leo, a pesar de la tensión, se mantuvo firme.

"No somos débiles. Somos un grupo y estamos dispuestos a ayudarnos entre todos. ¿Y tú? ¿No tienes amigos que te ayuden para sentirte seguro?" - preguntó Leo, señalando a los otros chicos.

"No..." - dijo el chico, ahora con una mirada sorprendida.

Los Chicos Malos se quedaron atónitos. Nadie antes había sido tan directo con ellos. Leo, al ver la duda en la cara del chico, decidió extender su mano.

"Podés quedarte y contarnos tu historia. Todos tenemos algo que contar" - dijo Leo.

Los otros niños, sorprendidos por la valentía de Leo, comenzaron a apoyarlo.

"Sí, ¡ven! ¡Cuéntanos!" - exclamó Marta.

"Seguramente tenés algo interesante que compartir" - agregó Rosa.

Los Chicos Malos, sorprendidos por la invitación, comenzaron a relajarse. Después de una conversación tensa y llena de desconfianza, comenzaron a abrirse. Con el tiempo, se dieron cuenta de que ellos también sentían miedo y soledad.

Al final de la noche, el grupo se había transformado. Ahora eran más que compañeros de juego; eran amigos. Se dieron cuenta de que juntos podían enfrentar sus miedos. Leo miró al cielo y sonrió, sabiendo que juntos podían cambiar las cosas. La comunidad se unió, y el temor se fue transformando en esperanza.

"Podríamos hacer esto más seguido, todos juntos. Unir fuerzas siempre es mejor que ir solos. Además, siempre podemos apoyar a los que están asustados" - sugirió uno de los Chicos Malos, ahora parte del nuevo grupo.

Con el tiempo, el pueblo se volvió más seguro. Los chicos aprendieron la importancia de la unidad y la empatía. La inseguridad nunca desapareció por completo, pero juntos lograron crear un ambiente donde la amistad y la solidaridad fueron más fuertes que el temor.

Y así, en lugar de un Toque de Queda que los separara, la comunidad decidió hacer un Toque de Encuentro, donde la risa y la unión siempre estaban garantizadas.

Leo, Marta, Rosa, y todos sus amigos nunca olvidaron que juntos, podían superar cualquier obstáculo. Aprendieron que la verdadera fortaleza reside en la unión y la amistad de la comunidad. Así, el miedo se convirtió en valentía, y el pueblo volvió a brillar bajo el cielo estrellado de Chile.





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