En varias oportunidades hemos mencionado en este blog, que la Doctrina Cristiana no debiéramos tomarla intrínsecamente como un rito frío (y vacío) con que los antiguos dogmas lo impartían. Hoy, por únicamente seguir una costumbre, muchos católicos le rezan a la Virgen María, pero pocos se han puesto a cuestionar (alguna vez) porque este personaje es tan relevante en la religión considerando que los evangélicos santifican solamente a Dios. Así hemos visto muchos casos de ateos y agnósticos quienes valoran el aporte de Jesucristo en la formación moral, claro que lo ven como un personaje histórico (Mientras el cristiano más ferreo afirma que Cristo Vive, ¿cierto?).
Y si de recopilar parábolas hermosas se trata, es importante tomar en cuenta las enseñanzas que nos deja el relato del Hijo Prodigo.
No podemos negar que hasta los cristianos mas tibios o flojos algo saben de este relato. En resumen, la historia trata de un padre que tuvo dos hijos de quienes uno le salió obediente y el otro rebelde. Este último se mostraba desconforme con las regalas que habían en su casa, quien inmediatamente quiso vivir su aventura y recorrer el mundo para hacer todo lo que soñaba realizar (Era vicioso en todo caso). Aunque con el correr del tiempo empezó a recibir menosprecio por quienes éste según creía lo apreciaban, todo lo contrario le daban la espalda.
Empezó a vivir penurias, y la indiferencia de muchos. Allí recién empezó a extrañar su hogar. Se dio cuenta que cayó tan bajo, que vivía peor que los sirvientes de su padre (Quien claro, era un gran señor terrateniente). Intentó aguantar su orgullo hasta que en un momento no pudo más, y decidió (con algo de pudor) volver a su casa pretendiendo recuperar el perdón de su progenitor.
Éste vuelve a sus raíces, y se encuentra con su padre. Le cuenta de todos los tormentos por los que debió pasar tras haberse rebelado años atrás. Pero el viejito no lo pensó dos veces para recibirlo y acogerlo. Ordenó a sus sirvientes que le trajeran los mejores banquetes, mientras este “hijo pródigo” partió a bañarse. Claramente el padre estaba contento, porque su chiquillo había vuelto a casa.
Claro que el hermano (algo más responsable) le consulta a su padre, por el motivo de recibirlo con los brazos abiertos cuando éste mismo “bandido” le deseaba los peores males del infierno. Este señor le responde, que el lugar a donde llegó era su casa y también que deseaba lo mejor para sus hijos.
Eso es amor de padre. Aunque claro, este relato que debe ser una de las historias bíblicas mas bellas que se puedan leer o recordar fue en rigor un testimonio contado por Jesucristo para sus discípulos. Y la enseñanza que el mesías quiso entregar, era que Dios perdona a sus hijos después de haber cometido pecado (Amor de un padre celestial).
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En términos más reales, podríamos interpretarlo como un brusco cambio que sufre un joven soltero quien tras rebelarse con sus padres decide (de forma legitima) emprender con luces propias. Algo que no está mal, pero tampoco es fácil. Aunque tenga amigos que lo pudieran acoger, poco a poco debe ponerse con los gastos y además lidiar con el genio de sus convivientes. Nada reemplaza al calle al más bello amor de padre.
Esta bella historia además coincide con otra enseñanza, de esas que se veían en las más baratas películas gringas (de religión). ¿De qué se trataba la historia? Un carpintero diseñaba un hermoso violín. Objeto que había sido vendido a un padre quien quería obsequiarle algo a su hijo. Pero este “pinganilla” lejos de sacarle provecho lo adulteraba gradualmente. Pasaban los años y este violín iba a la basura. Era recogido por un mendigo. Después pedido a prestamo por una chica quien presumía aprender a tocarlo. Pero luego la niña se pone cascarrabias, y lo vuelve a votar en otro tacho de basura. Pasan los años, hasta que el objeto ya totalmente dañado va a un local de remate, donde nadie quería pagar altos precios (era desvalorizado). En ese mismo evento aparece en escena el carpintero anciano quien lo había elaborado, parece que fuera tío de quien encabezara este remate, le había pedido que le prestara y luego se toma el tiempo de pasarle un pañuelo. El señor se pone a tocar este violín, y después de muchos años sonaba una musica hermosa. Con eso todos en el salón se quedaron anonadados, se dieron cuenta que el objeto dañado tenía mucho más valor de lo que todos pensaban. De la noche a la mañana, la gente empezaba a ofrecer precios altísimos por un violín (del que antes, nadie lo cotizaba).
Un padre sabe lo valioso que son sus hijos, siempre dispuesto a perdonarlo tras un paréntesis pasajero de rebeldía (propio de la adolescencia).
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