Antes que todo, un pequeño "Spoiler" de Editorial
La noche del sábado 27 de diciembre de 2025 ha quedado marcada por la tragedia en la Región del Biobío. Mientras una ola de calor asfixiante golpea la zona central, con pronósticos que anuncian máximas de hasta 29°C en Concepción para este 30 y 31 de diciembre, el fuego ha decidido ensañarse con la ladera de Playa Ramuntcho. Este rincón emblemático de la Península de Hualpén, declarado Santuario de la Naturaleza, se suma hoy a la lista de zonas devastadas, tal como ocurrió en los fatales incendios de 2017, el mega incendio de Santa Juana en 2023 o la catástrofe de Valparaíso en 2024. El incendio en Ramuntcho no solo quema vegetación; quema una tradición. Es altamente probable que, tras este evento, se apliquen controles estrictos al ingreso y patrullajes militares en la zona, tal como sucedió en la Desembocadura hace un par de años. Si bien estas medidas buscan proteger el entorno, generan una profunda nostalgia en quienes, por décadas, disfrutaron de una vida hippie y romántica acampando bajo las estrellas. Esa práctica de dormir bajo la tranquilidad del mar y vender una bebida a 500 pesos desde la carpa, hoy se ve amenazada por la sombra de la inseguridad y los crímenes que ya han manchado anteriormente los caminos interiores de la península.
Es imperativo recordar que las autoridades han sido enfáticas: estos siniestros son 100% por causa humana. Tras la investigación del 2024 en Valparaíso, quedó al descubierto la perversidad de quienes utilizan mecanismos crueles para iniciar el fuego. Ya sea por trastornos psiquiátricos, como el caso reportado recientemente en Penco, o por oscuros intereses de mafias y aprovechamiento político, la intencionalidad es el factor común que hoy tiene a la provincia paralizada por el humo y las cenizas que llegan incluso hasta la Plaza Independencia de Concepción. Las secuelas de estos actos son multidimensionales. En el aspecto ambiental, la liberación masiva de Dióxido de Carbono agrava el calentamiento global, mientras que el suelo, sometido a temperaturas de entre 1200°C y 1600°C, se vuelve compacto e impermeable, perdiendo su materia orgánica y aumentando el riesgo de aluviones ante la falta de absorción del agua.
Recordemos que el sector de Ramuntcho no es precisamente una aldea rural, es un sector costero que en el día recibe a muchos veraneantes y que en época estival (verano) un grupo contado de familias vienen a acampar en el lugar. Igual el daño forestal generó bastante preocupación en la gente, ya que en vacaciones este es uno de los rincones más visitados. Eso hace que lo de esa noche en la Península de Hualpén tenga igual o semejante gravedad con otros incendios ocurridos en el verano del año 2017, cuando en la comuna de Florida el fuego generó daños severos en casas que colindaban con los predios quemados.
Más allá de los daños ecológicos, que requieren al menos cinco años para mostrar signos de recuperación de la flora nativa, el impacto humano es devastador. La destrucción de viviendas deja a familias en la incertidumbre habitacional, transformando el acceso al agua potable en un lujo y afectando directamente la economía local y laboral. Pero el daño más profundo es el invisible: los trastornos del sueño, los recuerdos traumáticos al escuchar un helicóptero y la ansiedad ante el aumento de la temperatura, que en los focos de incendio puede superar los 43°C. En este contexto de crisis, mientras los candidatos políticos utilizan la tragedia con fines electorales, la comunidad de Hualpén y Lenga mira con tristeza cómo su pequeño paraíso de aguas cristalinas se desvanece. Debemos entender que estos actos no solo destruyen un paisaje; sacrifican la calidad de vida de toda una provincia que hoy respira el dolor de su propio entorno.



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