El suceso se zanjó en el segmento "Minuto de Confianza" del programa "Cachirupeando la Mañana", un espacio único en Concepción por entonces, que abría sus micrófonos para que los auditores expusieran sus problemáticas al aire.
El chofer esperaba que el locutor respaldara su "libertad" de elegir emisora.
Sin embargo, el "Toñito" Rojas, cuyo programa se regía por una línea editorial estricta (prohibición de música en inglés y garabatos), adoptó una postura moral y empática: aconsejó al chofer "tomarse una mano en el corazón" y leyó la normativa visible en los buses: "Se recomienda no subir el volumen de la música... La radio... puede funcionar siempre que el volumen sea moderado y ningún pasajero se oponga".
El locutor hizo reflexionar al conductor sobre cómo su gusto personal chocaba con el respeto que un servidor debe a los usuarios de su servicio y con el carácter erótico (o para "mayores de edad") del programa.
El chofer se quedó en silencio, reconociendo la validez de la ética de Cachirupi.
La moraleja es clara y atemporal: el gusto individual es secundario al respeto al usuario o al vecino, y la ética comunitaria siempre debe primar sobre la transgresión y el descontrol.
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