Cuando en Chile se realizaron las elecciones presidenciales (2021) bien sabemos que ganó Boric, pero ojo que un nuevo partido político (de ultraderecha) como el P. Republicano también marcó tendencia ya que su candidato José Antonio Kast logró llegar a Segunda Vuelta (Y quien en un comienzo fuera el díscolo de la UDI, terminó contando con el apoyo de “Chile Vamos”). Desde ese momento, y hasta la fecha, ocurrió algo impensado en nuestro país. En los años venideros este nuevo sector marcó importantes sorpresas, tanto con el triunfo del Rechazo en el primer plebiscito de salida (2022) como con una amplia mayoría de éstos en la elección de Consejeros Constitucionales (2023).
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Algo parecido está ocurriendo en Argentina, pues para el Domingo 19 de Noviembre (23’) se vienen las elecciones presidenciales en el país vecino. Es Segunda Vuelta. Por el oficialismo (bando de los hermanos Fernández) está la candidatura de Sergio Massa, ministro de economía en el actual gobierno peronista. Mientras que en la otra vereda, tenemos la campaña de Javier Milei, una especie de referente ultraderechista quien no viene precisamente de la elite política establecida (“establishment”) aunque se jacta de tener un amplio manejo en economía y además ha tenido un amplio respaldo mediático (en televisión y Redes Sociales). Este último, tachado de “estrafalario” es aliado del chileno José Antonio Kast.
Ambos fenómenos, que además son muy similares a lo ocurrido con Trump (Estados Unidos), Bukele (El Salvador) y Bolsonaro (Brasil), son respuesta a un sin fín de debilidades notorias en la elite política vigente. ¿Porque el pueblo está depositando su confianza en estos personajes quienes se supone (según la izquierda) no son partidarios de gestionar derechos sociales? Quizás ven en ellos un importante factor de “cambio radical” en la forma de hacer política, aun sabiendo que esos políticos buscan eliminar varios de los derechos consagrados años atrás. Sea o no influencia de la propaganda, el ciudadano común argentino está viendo en Milei una esperanza para acabar con los constantes años de crisis (sobre todo económica). Piensen que allá el Banco Central, a diferencia de Chile, no es autónomo y está manejado por la “casta política”.
La rabia al final surge por los pitutos, los amiguismos, los favores y recompensas a cambio de militancia política, quizás también por la “tozudez” al no tomar en cuenta las críticas. Se percibe en la izquierda un sin fin de discursos apelativos a los “marginados”, pero también hay poca acción en las promesas.
Entonces son esas debilidades las que estarían motivando darle el gobierno de Argentina a un señor no muy elegante en su discurso, aunque lo “polémico” ¡ojo! sí es representativo por la rabia de muchos argentinos quienes en la práctica no han sido representados por las actuales cúpulas.
HOY LA REBELDÍA ES ULTRADERECHISTA.
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