En la televisión se critica al poder judicial por “la blanda sanción” a Luciano Pitronello, un joven acusado de terrorismo. Si el televidente reflexionara un poco reconocería que la libertad vigilada es una medida justa, y es que también es necesario entender el contexto del acto, la rebeldía tiene su mínimo grado de inocencia. La mayoría de los chilenos dan credibilidad a lo que dice el Ministro del Interior, pero pocos piensan en Luciano y su familia.
La rebeldía juvenil es una expresión de los traumas que un niño tiene tras experiencias malas, y el orden pasaría a ser visto como un ente represivo, una mirada que configura su estilo de vida y a tal punto que algunos se auto-persuaden en su mente: “Soy rebelde porque la sociedad es hipócrita, me niego a todo orden y me integro a un colectivo okupa para hacer de mi resentimiento algo legítimo”. Todos los movimientos subversivos legitiman las frustraciones personales de cada adolescente para posteriormente unirse entre sí como almas indignadas, las que se rebelan en contra de las injusticias, de la guerra, la corrupción, y toda negligencia social, ¡que por cierto existen y siempre existieron!.
Un reto para un rebelde “consecuente” sería optar por estrategias más intelectuales que violentas, así en vez de que la televisión lo indique de “terrorista” sería mejor un trabajo con la comunidad, pensando en el pueblo por el que tanto luchan. La elite empresarial no debe ser siempre santificada y en eso los rebeldes tienen razón, pero, como se suele decir en Chile, “si alguien se lanza desde un décimo piso, ¿tu también lo vas a hacer?”.
La rebeldía juvenil es una expresión de los traumas que un niño tiene tras experiencias malas, y el orden pasaría a ser visto como un ente represivo, una mirada que configura su estilo de vida y a tal punto que algunos se auto-persuaden en su mente: “Soy rebelde porque la sociedad es hipócrita, me niego a todo orden y me integro a un colectivo okupa para hacer de mi resentimiento algo legítimo”. Todos los movimientos subversivos legitiman las frustraciones personales de cada adolescente para posteriormente unirse entre sí como almas indignadas, las que se rebelan en contra de las injusticias, de la guerra, la corrupción, y toda negligencia social, ¡que por cierto existen y siempre existieron!.
Un reto para un rebelde “consecuente” sería optar por estrategias más intelectuales que violentas, así en vez de que la televisión lo indique de “terrorista” sería mejor un trabajo con la comunidad, pensando en el pueblo por el que tanto luchan. La elite empresarial no debe ser siempre santificada y en eso los rebeldes tienen razón, pero, como se suele decir en Chile, “si alguien se lanza desde un décimo piso, ¿tu también lo vas a hacer?”.
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