Cuando se aplicó el modelo neoliberal en Chile vimos el funcionamiento de las tarjetas de crédito. Son una forma de pago para que el comprador cancele mes a mes en la multitienda el valor de su producto, y esta facilidad no existía a inicios de los años 70.
La publicidad jugó un papel persuasivo con el contraste propaganda-contenido. En la televisión ofrecen, por ejemplo, un moderno equipo de música con atrayentes descuentos, pero la ilusión de la gente los llevaba muchas veces a no leer la “letra chica”. Los empresarios aplican intereses -legales por cierto- para posibilitar, aunque más caro, que la gente compre sus artículos. Así, por “una tele” termina pagando un 20% más que en el fondo fue la “ganada” de la tienda. Y pensar que todavía hay mucha gente con muchos bienes o tecnología de punta en sus casas que fanfarronean y se creen “los más macanudos” del barrio, pero están mucho más encalillados porque, al final de cuentas, terminaron siendo “bacanes” los empresarios que lucraron a costa de éstos ilusos compradores.
La justicia sancionó como delito lo cometido por los ejecutivos de La Polar. Hoy están en libertad bajo fianza pero para la opinión pública resulta una real injusticia que reciba un trato distinto que cualquier otro delincuente. Pero esta es sin duda una lección, para percatarnos de que bajo las grandes ofertas de ropa y artefactos la felicidad de adquirir es momentánea y que toda oferta bonita siempre tiende una trampa.
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