Es la historia del “político decepcionado”. Parte siendo adherente a un líder político, pero de pronto la prensa descubre y muestra verdades del personaje, al final se arrepiente de ser su seguidor, lo que hizo aquí la opinión pública fue crear una mala reputación del personaje. En un país democrático todos son libres de apoyar o no a un líder, aunque aquí se critica a un político y al mismo tiempo milita en un partido ideológicamente cercano al personaje a quien critica.
El vocero de gobierno, Andrés Chadwick, dijo que estar arrepentido de haber apoyado alguna vez a Augusto Pinochet, aludiendo las violencias contra los derechos humanos cometidos durante el régimen militar. Esta táctica también la siguen otros políticos como Joaquín Lavín, ministro del MIDEPLAN, y hasta el Presidente Sebastián Piñera. Esta es una forma políticamente correcta del ministro en mostrarse con una buena imagen a la gente, esto después de que Pinochet fuera mostrado como un dictador represor en las últimas décadas.
En los incidentes del pasado domingo, los pinochetistas alegan que en democracia “también tienen el mismo derecho que los comunistas a manifestarse y apoyar a su líder”. Y en una sociedad que dice ser diversa o pluralista los seguidores de un líder debieran defender firme sus ideales, con sólidos argumentos y principios ideológicos. No olvidar que varios políticos de la centro-izquierda simpatizan con Fidel Castro, pero al menos saben referirse a cosas puntuales mientras ocultan retóricamente su fanatismo más radical e instintivo.
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