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viernes, 21 de febrero de 2025

Texto social 2: ¿Qué te está ofreciendo la sociedad hoy en día? (Año 2025)

 

En el Chile contemporáneo, la delincuencia y la inseguridad se alzan como obstáculos insalvables para la sociedad, mientras el Gobierno de Gabriel Boric, en lugar de asumir con firmeza este desafío, parece optar por programas distractivos que desvían la atención ciudadana. Este descontento ha llevado a algunos a estar dispuestos a sacrificar libertades o derechos con tal de restaurar el orden, una postura que resuena con las exigencias de la oposición, quienes, bajo una posible artimaña encubierta, demandan medidas drásticas como el Toque de Queda o el Estado de Sitio. Sin embargo, la indiferencia de algunos carabineros agrava la percepción de abandono estatal. Desde 2021, la administración de Boric, que prometía ser “del pueblo”, ha generado falsas expectativas, incapaz de conectar con las verdaderas demandas de la ciudadanía, evidenciando que la política, entendida como el arte de servir al pueblo, no siempre cumple su cometido, especialmente entre quienes se autoproclaman socialistas.    


Este malestar no es nuevo. Desde 2022, emergió una rebelión popular de ultraderecha contra la clase política, marcada por una frialdad inédita de algunos sectores ante las violaciones a los derechos humanos de la dictadura de Pinochet, justificadas por la derecha con argumentos como la inconstitucionalidad del Gobierno de Allende en agosto de 1973, mientras la izquierda señala la intervención de la CIA previa al Golpe de Estado. La dictadura misma, en los 70’ y 80’, fue otro obstáculo para el ciudadano chileno, un eco que resuena en la serie Los 80’s, donde un personaje transita de simpatizante de Pinochet a reportero opositor, reflejo de una desilusión personal tras no alcanzar su sueño de ser piloto de la Fuerza Aérea. El Plebiscito Constitucional de 2022, con el triunfo del Rechazo, también se interpretó como un voto de castigo contra la soberbia del Frente Amplio, evidenciando una desconexión de quienes, diciendo ser demócratas, no logran leer los fenómenos espontáneos de la calle. 



  Más allá de lo político, la vida cotidiana en las ciudades chilenas está marcada por el estrés: ruidos molestos de vehículos, falta de oportunidades, baja autoestima y el hostigamiento de la envidia ajena impiden la felicidad. Espacios urbanos como parques son esenciales para despejarse, pero la ciudad no siempre los garantiza, sumándose a la lista de barreras para el bienestar. En vacaciones, escapar al campo por dos semanas trae alivio, pero no resuelve el problema de fondo. Desde 2020, muchos han añorado el Toque de Queda como solución a la inseguridad y los ruidos nocturnos, un anhelo que, aunque transgrede libertades, refleja la desesperación ante un Estado ausente. En contraste, décadas pasadas, como los 2000, ofrecían alternativas: congregaciones cristianas e iglesias mormonas abrían sus espacios para escolares en vacaciones o promovían deportes colectivos inclusivos, fomentando interacción y comunidad.  



La cultura y la espiritualidad también juegan un rol. La literatura, desde La Odisea de Homero, que enseña fidelidad, hasta Vicente Huidobro, que invita a crear sin límites, o Violeta Parra y Pablo Neruda, que exploran los sentidos y el amor, ofrece moralejas para el espíritu. Sin embargo, la elite cultural chilena se estanca en críticas sin propuestas, mientras la masa prefiere realities. La religión, como la fábula mormona o la imagen de Jesucristo —vista desde lo laico como símbolo moral—, orienta, pero el mundo evangélico, con sus restricciones, aleja a muchos de Dios. En paralelo, la ciudad podría revitalizarse con espacios culturales inclusivos, boletines radiales de panoramas, y canchas de fútbol gratuitas que combatan el aburrimiento y fortalezcan lazos.  



  En la Región del Biobío, estas dinámicas se reflejan con matices locales. Concepción, pese a eventos como el REC, carece de infraestructura básica como pasarelas peatonales sobre la línea del tren, además de una oferta bohemia aparentemente inaccesible (o precaria), mientras barrios como Barrio Norte no logran emanciparse. Talcahuano resurge como ciudad-puerto con su Parque Tumbes, Penco brilla por su comercio local, y Tomé por sus playas, aunque sus miradores están en deuda. Lugares como Cocholgue, Dichato, San Pedro de la Paz, Lota y Hualqui tienen potencial, pero requieren mayor atención para explotar sus encantos y ofrecer felicidad a sus habitantes.   



Para alcanzar la plenitud, el ser humano debe buscar un equilibrio entre lo individual y lo colectivo. La felicidad no solo depende de resolver problemas externos como la inseguridad o el ruido, sino de cultivar resiliencia interna mediante la cultura, la espiritualidad y las relaciones. Espacios comunitarios —sean parques, canchas o templos— son clave para interactuar, hacer amigos o encontrar pareja, mientras la literatura y el arte alimentan el espíritu. Escapar al campo o practicar deportes colectivos libera tensiones, pero el verdadero bienestar surge al integrar estas experiencias con una actitud abierta a lo simple: apreciar los cinco sentidos, como canta Violeta Parra, y resistir la ignorancia con humor y creación, como sugieren los comediantes o Huidobro.

En conclusión, ¿cuáles son las cosas que nos dan sentido como personas en esta sociedad? La respuesta yace en superar los obstáculos —delincuencia, estrés, desconexión política— mediante la construcción de espacios inclusivos, el acceso a la cultura y la recuperación de la comunidad. La felicidad, como bien común, requiere un Estado presente, una ciudadanía activa y una valoración de lo cotidiano: desde una pichanga entre amigos hasta un poema de Neruda. Solo así, entre lo tangible y lo intangible, Chile podrá tejer una sociedad donde el sentido trascienda las turbulencias y florezca en el bienestar colectivo. 


¡Ya!.... y ¿Qué más?

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