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martes, 1 de marzo de 2022

Cuento: El campo, un anti-estrés

Presentación del cuento:

Rubén era un chiquillo veinteañero de Concepción, quien en clases (en la universidad) sufría "Bullying". Pasó por momentos muy severos de baja autoestima y estrés, incluso de incomprensión por parte de familiares. 

Aunque con el paso de los días el remedio a sus momentos de angustia terminó siendo un paseo por el campo. 

Hoy en tiempos de crisis la ciudad no siempre es garantía de alta calidad de vida, porque la delincuencia, la inseguridad, el individualismo, la violencia, el estrés de quienes conforman la comunidad, la envidia y la desigualdad (dentro de una misma ciudad) terminan dando muchos malos ratos a aquellas personas quienes a diario no dejan de soñar. Pues salir adelante es un anhelo de todos, quizás algunos tengan más facilidades (y ¡claro! nos alegramos por ellos) aunque a otros les cuesta un poco más y no siempre son aconsejados para emprender vuelo digno en sus rubros.  

El campo es un buen campo de oxígeno y buenas vibras, al menos en vacaciones, para quienes en meses laborales deban lidiar con ambientes hostiles (donde se percibe esa sensación de que su existencia o sus talentos no siempre son valorados). 

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Rubén es una persona urbana y de Clase Media Aspiracional (o emergente), pero como cualquier chileno debe lidiar con problemas. Este joven de 20 años pasó por un momento muy negativo y decadente en sus comienzos de adultez. Años atrás había terminado el colegio y luego entró a la universidad. Cursó un semestre en la Universidad de Concepción pero ciertas ingenuidades le terminaron jugando en su contra, sufriendo el ataque y el “acoso” de muchos compañeros.  

¡Eso no es nada! Estaba a semanas de cumplir 19 años cuando al chico le gustaba una compañera de otra carrera, ¡claro!... que a la dama a él no le gustaba. Pero como Rubén pensó que ¡jugándosela! se ganaría (por parte de ella) alguna invitación a una cita, fue a su casa varias veces. Sólo que el hombre (bastante inocente) pecó de ingenuo, y en vez de quedar por “galán enamorado” terminó llevándose una etiqueta que lo perjudicó para el resto de su vida.

¿¡Y eso amigos!? le generó “depresión”. ¡Nunca antes.. la había vivido en su vida!

Aquella historia de pretender conquistar a la joven universitaria había ocurrido durante el Otoño e Invierno del 2006. Y hasta ese instante el pobre vivía en una “burbuja”.

Dos años después….

Era Verano del 2008 cuando Rubén pasaba a ser totalmente distinto al jovencito envalentonado de hace un par de años, lleno de personalidad y hasta de “patudez” en cierto aspecto. Totalmente desmoralizado buscaba de forma sutil recuperar ese vigor y ese ímpetu que lo llevó en el pasado al éxito. Vivía con sus padres, y pese a no merecerlo tras haberse echado todos los ramos en el año anterior, recibió unas lucas para darse un paseo a Chillán.  

Semanas después (aun en Febrero) Rubén decide recorrer una zona rural y campesina que ya la había conocido años atrás, ¡eso sí! cuando apenas era un niño. Lo que pasa es que el joven tiene unos tíos en el campo, cerca de San Rosendo. Le haría bien “un nuevo aire”.

Así fue que en una cálida mañana veraniega pescó su bolso grande y de color negro, se despidió de sus padres y partió al Terminal de Buses (Esto era en Collao). Allí esperó en el andén un bus rural que lo llevaría al sector de Alto Peñaflor, totalmente aislado de la urbe.

 Y este fue el itinerario del bus. Aunque ¡ojo! que este recorrido lamentablemente ya no existe en el 2021. ¡Vean! La máquina sale de Concepción y en dirección a Yumbel. Allí en ese tranquilo pueblo, el “Pullman” se detiene para dejar y buscar pasajeros. Al rato el bus sale de la comuna para seguir por su salida hacia Laja, sólo que antes de cruzar el puente (sobre el Rio Claro) dobla a mano derecha por un atajo ripio, un camino rural y entre “secos arbustos”.

Esa alternativa algo angosta va en dirección a las localidades de Rio Claro y Turquía, en pleno campo de Yumbel y San Rosendo. Donde se ven hartas gallinas, cerdos (o “chanchitos”), bueyes, cabras, ovejas, pavos y caballos. Sus ciruelas ovaladas son una postal en estos “lares”.

Así fue que la máquina desafiaba al polvo y a unas pequeñas piedrecitas que había en el caminito de tierra, rodeado siempre de predios protegidos por alambres de púas. Era verano, hacía mucho calor. En algunos tramos habían álamos (arboles) que daban un poco de “sombrita”. Lo cierto es que el cielo estaba totalmente despejado, el ánimo cambiaba un poco.

El bus finalmente llega hasta el tranquilo pueblito de Rio Claro, perteneciente a la comuna de Yumbel. ¿Cuánto habrá recorrido hasta ese momento el Pullman? Unos 77 kilómetros aproximadamente. Aunque faltaban otros 22 para llegar a destino. ¡Mucho calor!

Ya en Rio Claro, el bus continúa desviándose por otro camino tras subir un cerro. No es precisamente la ruta más ancha o transitada del sector, pero su itinerario comprende circular por otros puntos como (por ejemplo) Callejones. Habían algunas casonas abandonadas al paso.

Así fue que este Pullman siguió literalmente por un laberinto de caminos muy angostos, todos empolvados y bajo el intenso calor de mediodía. Habría doblado por unas cinco esquinas (o cruces en “T”). ¿¡Y adentro del bus!? Sólo habían tres pasajeros para un bus grande que tendría muchos asientos, Rubén era uno de los viajeros, aunque el único solitario.

Finalmente llega a destino. En realidad esta máquina pasaba por al lado de un paradero rural que estaba ubicado en toda una esquina, rincón que dominaba allí y en un cruce de tres caminos, todos ripios. Rodeado siempre de praderas solitarias, pero vivas y alegres (alambradas). Se bajó allí tras un viaje de casi cien (100) kilómetros desde Concepción.

De allí caminó unos cuantos metros en uno de dichos caminos, hasta llegar al sector de Alto Peñaflor. Era silencioso el lugar, por cada media hora pasaba en promedio una camioneta.

Bastó recorrer unos pasos hasta dar con una casa. Propiedad que lucía allí un enorme antejardín, con piscina a la entrada. Los autos de su morador entraban por un portón cuyas columnas eran de piedra laja. Estaba abierto, pero generalmente no hay preocupación sobre eso (por parte del dueño de la casa) ya que este estaba en medio de una “amplia zona”; llena de fundos, predios y colinas.  ¡O sea!, allí las viviendas estaban “repartidas” por todo el campo.

Desde allí Rubén gritaba: –“¡Alóoo……!”-

De repente sale de esa casa una señora de unos 70 años, era su tia abuela. En un comienzo ella no lo reconocía, ya que ahora Rubén tenía apenas 20’ aunque cuando había venido años atrás ni siquiera tenía 10’. Así fue que la Señora Norma lo recibió con mucho cariño, lo hizo pasar y le dio algo de almuerzo. El “regalón” se comió ¡un buen plato de carne!

Una de las hijas de la Tía Norma, Elizabeth, era una mujer luchona y morena con más de 40 años aunque siempre pudo mantener un lindo cuerpo. Era buenamoza, ¡digámoslo! Miren, pasaba a ser su tía política porque ella es prima de su papá, aunque en ese parentesco “todos son unidos”. Ella estaba pelando unos choclos, cuando Rubén le quiso “confesar” algo.  

Rubén:- “Tía. ¿Te quito un minuto? (….) ¡Mira! Pasé por un momento de depresión hace un par de años, ¿me darías un abrazo por favor?”-   

Días después.

Ya se acercaba Marzo, y algo muy hermoso pasó con Rubén que regresó a Concepción muy “renovado”. El campo le ha hecho bien. Llegó ¡contento!, ¡seguro!, con un poco menos de estrés y en comparación con días atrás cuando lo único que quería era arrancarse de todos los tormentos por los que estaba pasando. ¿Caminar por el campo? saca una sonrisa a cualquiera.

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