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miércoles, 29 de octubre de 2025

Columna: El Miedo, la Lealtad y el Cliente. Las sombras de la No Denuncia en Barrios Acosados por el Narcotráfico

La muerte de la joven Krishna Aguilera
ES EL TEMA POLICIAL DE OCTUBRE DEL AÑO 2025
No es el único caso trágico que conmociona al país.
La reciente y macabra tragedia de Krishna Aguilera en San Bernardo, que conmocionó a Chile en octubre de 2025, no es un hecho aislado. Se suma a una aguda crisis de inseguridad donde la delincuencia se ha erigido como la principal plaga social. Este suceso, que reveló el poder marginal ejercido por figuras como el imputado "Guatón Beltrán", confirma un secreto a voces: el terror que las bandas narcotraficantes imponen en los barrios es un factor determinante en el silencio de la comunidad. 

Pero, ¿por qué una buena parte de la población decide no denunciar a estas mafias que generan un estancamiento moral y social en su entorno? La respuesta no es una sola, sino un entramado de complejas motivaciones que van desde el miedo más elemental hasta la complicidad interesada. Como bien dice el dicho: "Dentro de una caja, una manzana podrida pudre a las demás", y el tráfico arrastra consigo una cadena de delitos secundarios que envenenan la vida comunitaria.  


Primera causa: El miedo (con subderivados: muerte, paranoia, mal uso de los contactos)

La causa principal y más entendible es el miedo. Los pobladores evitan a toda costa involucrarse con estos sujetos, sabiendo que la denuncia o el "sapeo" (incluso en redes sociales) puede tener consecuencias nefastas. No se trata solo de advertencias; las amenazas de muerte son reales, y peor aún, en muchos casos, actúan

También existe una intimidación pública con el solo fin de infundir miedo por meses, generando una paranoia que fuerza al silencio. 

Además, los narcotraficantes utilizan sus contactos en el poder para que se cierren las vías de ayuda o empleo a quien ose enfrentarlos. 

Ante este panorama, el miedoso opta por la estrategia de la cautela, del silencio y, a veces, del disimulo. Es la manera más segura de conservar la vida y la poca dignidad que queda.  


 Segunda causa: Lealtad y favores 

Una segunda causa se vincula a los favores que estas mafias conceden a personas que viven en situación de precariedad. No se trata de gente intrínsecamente mala, sino de individuos con necesidades urgentes, como el costeo de una enfermedad grave. El mafioso, con su poder económico ilícito, interviene para "ayudar". 

Sin embargo, como se sabe, "nada es gratis, todo tiene un costo". Al aceptar la ayuda, el poblador "vende su alma al diablo". Cuando la mafia requiere que se le "devuelva la mano", la negativa se paga muy cara. Este lazo de dependencia genera una lealtad forzada, donde el beneficiado opta por el silencio y la no denuncia para evitar la represalia por la deuda adquirida.                                                                                                              



Tercera causa: adictos y fiesteros 

La tercera motivación es de naturaleza "hedonista". En los barrios donde operan, la banda funciona como el "casero" que provee el consumo de drogas a quienes "carretean" y salen. El consumidor habitual se convierte en un cliente interesado en el statu quo. Denunciar a la banda sería, simplemente, el fin de su fuente de vicio. La supervivencia del negocio ilícito garantiza su placer a corto plazo. Su silencio es una protección de su propia adicción.  


Complementos

A este cóctel de motivos se suma un factor crítico que refuerza la no denuncia: la desconfianza y la ineficacia percibida de las policías. Existe la experiencia de que en comisarías, los carabineros se limitan a escuchar, sin dejar registro y pidiendo al ciudadano que se retire con promesas vagas ("Ya caballero, vamos a mandar un radiopatrulla...¡Vaya tranquilo a su casa! ¡Buenas noches!"). Esto es, en rigor, no acoger la denuncia, contradiciendo las campañas de Carabineros. Como bien dice el refrán: "Del dicho al hecho hay mucho trecho". Llamar al 133 para denunciar ruidos molestos o situaciones anómalas a veces no es respondido, o se utiliza la excusa de la falta de vehículos policiales. Esto genera una sensación de desprotección total en la población.           



 La capacidad de estas bandas para monitorear el barrio (con cámaras de vigilancia, incluso camufladas como municipales) para identificar "sapos", rivales o prensa, es el último clavo en el ataúd de la denuncia. El miedo ya no es a la represalia, sino a la certeza de ser detectado.

 La suma de miedo (a la muerte y la exclusión), lealtad (por favores y deudas) y cliente (por vicio) se ve reforzada por la sensación de abandono policial

En este panorama apocalíptico, mantenerse enterado en silencio no es un acto de cobardía, sino una estrategia de supervivencia para conservar lo poco de dignidad y vida que se tiene. No se debe perder la fe en que las personas honradas recuperarán sus espacios, pero por el momento, la consigna es la cautela estratégica

La vida y la dignidad personal son bienes demasiado preciados para entregarse gratuitamente al abismo que supone involucrarse con estas mafias. 

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