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El chofer abre la puerta del bus
antes de detenerse completamente en la calzada.
Y mientras el pasajero intenta esperar que el micrero pare,
el conductor presiona indirectamente con el volante, casi como
empujando a que el pasajero baje de una vez a la calle (Acto de matonaje). |
En un clima de creciente inseguridad ciudadana, el pasajero de la locomoción colectiva debe estar alerta no solo por agresiones externas, sino también por el nulo cuidado y la prepotencia del propio conductor, quienes olvidan que los pasajeros son, ante todo, sus clientes. El manejo a alta velocidad es un panorama común, normalizado por décadas, que se suma a la negligencia en la apertura y cierre de puertas en movimiento, o la detención de la máquina en medio de la calle o a metros del paradero solicitado. Esta actitud arrogante se manifiesta en conflictos indirectos que buscan incomodar y humillar al usuario, casi como un juego de poder, como dejar al pasajero una cuadra más allá de su paradero solicitado, solo para hacerlo pasar un mal rato, o detener la máquina a varios metros del paradero para obligar al usuario a caminar, casi como si el pasajero fuese un "perro faldero" al servicio del chofer. A esto se suma un conflicto histórico relacionado con los juicios de valor subjetivos que tienen los conductores, manifestando un trato humillante hacia los pasajeros que utilizan pase escolar o del adulto mayor por pagar tarifa rebajada. Esta mala práctica, documentada desde los años 80’s en medios como el Diario El Sur y reflejada en producciones culturales (como en la serie de Canal 13 "Los 80's"), era ya una costumbre en el Chile de la dictadura.
Los choferes esgrimen excusas como el mal clima laboral, el estrés o la limitación en el uso de pases, pero ninguna justifica el maltrato a usuarios cuyos derechos son garantizados por las instituciones. Los estudiantes, en particular, son usados injustamente como "piedras de tope" o "puntos de descarga" para liberar frustraciones personales de índole laboral o salarial que deberían dirigirse a empresarios o autoridades. Paradójicamente, son los jóvenes quienes, según testimonios, suelen tener un mejor comportamiento, ya que su prioridad es no estorbar en la dura labor del conductor. La guinda de la torta de esta soberbia se da al momento de la bajada. Testimonios reales y hechos fatales dan cuenta de una práctica habitual y peligrosa: el chofer abre la puerta de la máquina antes de detenerse completamente en la calzada, y con el bus aún rodando lentamente, presiona al pasajero, a veces gritando "¡Ya poh' hombre!, ¡¡Bájate!!", con una arrogancia que coincide con la alta velocidad mantenida minutos antes. El pasajero se ve forzado a poner un pie en la calzada para bajar, a riesgo de que el conductor, apenas toca el suelo, acelere bruscamente. Esta temeridad ha tenido consecuencias fatales, como la ocurrida en abril de 2022 en la Avenida Andalién (Concepción), donde una joven estudiante perdió la vida al caer desde una micro en movimiento, un caso en el que el conductor fue responsabilizado por conducir con la puerta abierta, lo que causó la pérdida de equilibrio y la caída brusca al pavimento.
Es imperativo recordar que los conductores están prestando un servicio a los pasajeros, quienes, por necesidad de movilizarse (a clases, trabajo, trámites, etc.), son, de por sí, sus clientes. El pago del pasaje es la transacción que valida este servicio, y el único motivo justificado para una confrontación sería la falta de este (y la época de pedir "la china" o "el favor", pedir que lo lleven gratis en la máquina, ya pasó de moda al menos en el Gran Concepción). La seguridad, el buen trato y el respeto son la base de esta relación, la cual, por el actuar negligente de unos pocos, se ha deteriorado hasta un punto de constante enfrentamiento, donde la comunidad es la principal víctima.
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