Fue en el verano del año 2019 cuando la biblioteca flotante más grande del mundo ancló en uno de los dos muelles del Puerto Lirquén, estamos hablando aquí del “Logos Hope”. Un barco que recibió a muchos visitantes, ofreciendo en su interior una interesante colección de libros que incluso estaban a la venta. Aunque al decir verdad, el interés de los curiosos no fue tanto por adquirir dichas publicaciones sino más bien por ser (quizás) la única vez en la historia portuaria del Bio-Bío que sus recintos se abrían al público.
Sumemos que sus navegantes contaban con una cafetería para quienes además de hojear libros quisieran degustar algún refrigerio.
En un sitio colindante con la Ruta 150, a la altura del Hospital de Lirquén y que pertenecía a la empresa portuaria, habían una larga de filas quienes esperaban subir a un bus de acercamiento. Se cancelaba $1000 pero el gasto valía realmente la pena. El puerto contrataba un servicio de transporte particular para transportar a todas esas personas en dirección al barco. Ya en el viaje, la máquina salía de dicho sitio y entraba al siempre restringido recinto portuario, aunque desde la guardia hacia el muelle hay una distancia de algunos kilómetros.
Apenas el bus se detenía en este muelle pavimentado la gente bajaba, y antes de subir al barco que estaba anclado allí podíamos apreciar el mar donde no es común el ingreso de personas ajenas a la empresa. Y después de haber recorrido el barco, en zonas habilitadas para visitantes, había un momento en que debías esperar el bus para salir del recinto portuario.
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Ya escapándonos un rato de dicha experiencia, antes habíamos sugerido a la Armada que se permitiera a la gente recorrer la Isla Quiriquina dado que ese pedazo de tierra siempre ha estado resguardado por la institución naval. Es difícil que eso se concrete, no solo porque el Gobierno de Boric ni siquiera lo haya propuesto como tema de campaña sino porque en la práctica muchos no tienen siempre un buen comportamiento en los espacios públicos para que la Armada agarre confianza y así siquiera dialogar con el Ministerio de Bienes Nacionales.
Recuerden que cuando en el 2019 el gobierno habilitó el libre acceso al sector de Pingueral (Que antes era de acceso privado), todo eso generó recelos en sus propietarios con el temor latente de que los delincuentes robarían en sus casas. Tiempo después varios de sus moradores, aparentemente gente de altos ingresos económicos, han subido fotos a las Redes Sociales mostrando lo cochinos que son los turistas tirando sus latas de cerveza en la arena de ese lugar.
Por malas actitudes como esa, los marinos no estarían dispuestos de abrir siquiera por un día en el año la Quiriquina a la gente, ni aunque pagaran millones por recorrerla sin tener vínculos con el mundo naval. Y aun cuando bien sabemos que la Armada es muy estricta con sus recintos restringidos, por muchos que controlen o instalen cámaras de vigilancia.
También es cierto que los puertos son empresas privadas, razón suficiente para que estas empresas tampoco se abran a la posibilidad de abrir sus muelles al turismo. O bien, a gente de la comunidad quienes por no tener lazos con el mundo portuario sólo ven de lejos la manera de como cargan los “containers” a los barcos desde las ventanas de su casa (Si es que viven en un cerro aledaño) o desde una vereda cercana. Muchos de quienes viven en los puertos no son mas que meros espectadores.
Se habló del sueño por instalar una Zona Franca en Talcahuano, como una manera práctica de acercar a la comuna chorera con siquiera una parte del mundo portuario aunque eso no implique necesariamente la conexión del simple vecino con el muelle sino más una forma comercial de darle un empuje mas contundente, a ver si así erradicamos en San Vicente una gran cantidad de sitios abandonados.
Abrir los muelles sería una forma de que aquel ciudadano quien vive en comuna o barrio porteño, pueda alguna vez en su vida saber lo que es en verdad este tipo de actividad, independiente si por una eventual travesía son constantemente monitoreados por tour turísticos (Habilitando puntos precisos y específicos donde la gente pudiera recorrerlo).
Quienes alguna vez han tenido familiares vinculados a la Marina Mercante, han escuchado mediante relatos como es la vida de un “embarcado” dentro de un barco. El tipo de habitaciones que se ocupan cuando van en altamar, y es que ¡ojo! La travesía marina tampoco es un tema del que la gente en el Bio-Bío tenga vínculos, si ni siquiera hay barcazas que pudieran recorrer la Laguna Grande de San Pedro.
Esta sería una forma de que el Gran Concepción se conecte con uno de los elementos que le dan identidad, como es el mar. Es verdad que si ya es dificíl abrir un día al año los muelles choreros, mas difícil es repotenciar el turismo de Talcahuano durante el verano en torno a los barcos. Pero tampoco neguemos que en la vida real, muchos choreros no tienen la fortuna de conocer o entrar a un barco. La zona debe conocer entonces una de sus principales actividades económicas LIGADOS AL MAR. -
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