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lunes, 10 de noviembre de 2025

El Miedo en la pantalla y en la calle: La Teleserie "El Jardín de Olivia" como Espejo de la Impunidad

 La teleserie chilena “El Jardín de Olivia”, transmitida por MEGA en las tardes de lunes a viernes desde marzo de este año 2025, ha dejado de ser una simple ficción de intriga para convertirse en un crudo espejo del poder corrosivo que ejerce el miedo en la sociedad. Lo que se vive en la pantalla chica, con el drama de Diana Guerrero buscando justicia por la muerte de su madre Ángela, se siente peligrosamente real en la calurosa tarde de este lunes 10 de noviembre de 2025.

 La trama, que desveló el asesinato de la barrendera Ángela a manos del empresario Luis Emilio Walker diez años atrás, ha tomado un giro siniestro en los últimos capítulos. Diana, quien había prometido una batalla implacable para desenmascarar al culpable, se encuentra totalmente paralizada. La razón es la jugada maestra de Walker: donar un órgano para salvar a Samuel, el hijo biológico que tuvo con Ángela, y que resultó ser medio hermano de Diana. El empresario, al borde de ser denunciado, utilizó la vida de su propio hijo como un chantaje despiadado contra la familia Guerrero. Este acto es la esencia pura de la impunidad: un poderoso que, al verse acorralado, no recurre a la defensa legal, sino a la manipulación emocional y el miedo a la pérdida.                                                                                

El ejercicio del miedo por parte de Luis Emilio Walker no es nuevo en la historia. 

Durante diez años, ha mantenido un rebaño bajo control a través de la intimidación y la mentira. Su esposa, Bernardita Vial, ha vivido acuartelada bajo la amenaza de ser encarcelada por la muerte de Ángela si osaba separarse. Con sus hijos, el manejo ha sido igualmente perverso. Clemente, su favorito, se distanció al descubrir la corrupción y la doble vida de su padre, quien ahora lo ve como un enemigo. Ignacia, la menor, ha sacrificado su felicidad casándose con un hombre al que no ama solo para salvar la empresa paterna, además de descubrir que el "impasse" con Ángela fue más que un simple beso. El caso más reciente es el de Bastián, a quien Luis Emilio intenta manipular al punto de contratar una prostituta para hacerlo caer en una trampa de infidelidad, en un acto que roza el abuso de poder y la fijación por Jessica, la joven pareja de Bastián y periodista de la empresa.                                                                                         

Este historial de Walker no se limita a la coerción psicológica; la teleserie ha detallado una escalada de acoso y abuso sexual. Las primeras escenas mostraron su vínculo con Mariana, una secretaria a la que abusó con promesas de beneficio social. Luego, su blanco fue Leonor, la sucesora de Mariana, a quien intentó llevar al extremo en un hotel. Recientemente, intentó abusar de Jessica, siendo interrumpido por Bastián. Si bien Jessica aún mantiene una imagen positiva de su jefe, Bastián está vigilante, consciente del peligro y ha amenazado a su padre con matarlo si le hace daño a su novia. Luis Emilio Walker es, en esencia, un depredador que usa su poder económico y social para silenciar, chantajear y abusar, creando una burbuja de terror alrededor de sí mismo.

Este panorama televisivo, donde la justicia es doblegada por el chantaje de un órgano vital, no es ajeno a la vida real chilena. La tragedia reciente de Krishna Aguilera en San Bernardo, y la crisis de inseguridad que conmociona al país, revela el mismo patrón: el poder del miedo. Al igual que Diana Guerrero, que no puede denunciar a Walker por el bien de su hermano, miles de pobladores optan por la no denuncia ante las mafias del narcotráfico. La principal causa es el miedo elemental a la muerte y la represalia. El delincuente, como Luis Emilio Walker, utiliza sus contactos para aislar a quien se atreva a enfrentarlo. A este miedo se suma una lealtad forzada, similar a una deuda moral: las mafias (y a veces los poderosos) conceden favores a personas con necesidades urgentes, quienes luego "venden su alma al diablo" y optan por el silencio para evitar la represalia. Finalmente, existe la figura del cliente, aquellos adictos que no denuncian porque la supervivencia del negocio ilícito garantiza su fuente de vicio y placer a corto plazo.

La teleserie "El Jardín de Olivia" nos recuerda que el miedo es un arma más efectiva que cualquier cárcel o ley. En la pantalla, como en la calle, la cautela estratégica se convierte en la única forma de supervivencia ante un poder corruptor que, ya sea con un órgano o con balas, amenaza lo más preciado: la vida y la dignidad. Lo que está viendo Chile cada tarde no es solo un drama televisivo, es el reflejo de una sociedad donde el miedo se ha convertido en una plaga social que pudre la denuncia y afianza la impunidad.

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