La tele es sin duda una de nuestras recurrentes compañeras en los últimos 70 años, y esto pasa en prácticamente todos los países. No hay día en que no veamos algún programa, sea para informarnos o distraernos. Por un lado el televisor es una ventana del mundo, nos muestra un extracto de la calle, aunque también su componente ideológico nos moldea o nos redirige como debemos pensar. Ya con los años nos damos cuenta que los canales de televisión responden a ciertas visiones de país, y por supuesto tienen intereses creados. Por eso que los valores naturales de la personas a veces chocan con los parámetros predominantemente difundidos por este medio de comunicación.
Y como la televisión distrae mucho, es todo un reto para los jóvenes universitarios enfrentarse a la relajante tentación de ser seducido por algún programa, cuando su obligación es leer textos con tal de rendir un buen certamen. Si hay personas que prefieren (por voluntad propia) no ver televisión eso no pasa por un tema de situación económica, pues ser demasiado pobre no es motivo o razón para no ver tele considerando que en las poblaciones tenemos la mayor cantidad de audiencias, mas bien ocurre por una formación religiosa bastante estricta (Cuando los evangélicos más fanáticos ven al espíritu de Satanás en la TV) o también por una iniciativa ideológica con aires políticos (Un porcentaje minoritario de marxistas ven la televisión como una aguja hipodérmica propia de la cultura capitalista, por ende sería un elemento del enemigo fáctico para distraer a la “masa”).
En cierta medida no ver televisión es sano, tanto para el intelecto como para la formación moral (en la forma de como se va valorando la realidad no mediatizada: solidaridad, apoyo, humanidad, uso de cosas aparentemente “inservibles”, humildad, sencillez, valerse así mismo sin caer en el materialismo, etc.). Pero tampoco es fácil, porque cuando un programa está de moda estás expuesto a un bombardeo cultural que gira en torno a lo que la tele transmite, por el sólo hecho de que todo el mundo (en la calle) está hablando del Reality. Para aprobar las asignaturas de la universidad ayuda harto, pero te vas aislando de esa sociedad “televisiva” porque no estás entrando en onda, pese a que la radio podría hacer de sustituto.
En honor a la verdad, hay una razón muy poderosa del porque la tele (incluso con un sólo canal) es adictiva. Por mucho que un joven universitario esté estudiando, necesita por salud mental un momento de relajo, echarse en el sillón para ver dos horas diarias de televisión de alguna manera te calman. La distracción de vez en cuando nunca es mala, pero en su justa medida.
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