Últimamente
ha sido muy notorio el crecimiento de las ciudades más grandes de Chile. Bien
se dice que la capital es “un lugar agitado”, porque el santiaguino debe
levantarse temprano, correr al trabajo para luego pasar todo el día en su lugar
de labores, y volver de noche a “descansar”. Pero, hoy, la intercomuna no está distante
de esa realidad capitalina, en algunos aspectos el centro de Concepción también
se caracteriza por ser, durante el día, una urbe escandalosa.
Así
como los más pudientes pueden salir al campo un fin de semana o bien tomarse
una siesta en la tranquilidad de sus barrios, hay sectores populares que no
gozan del merecido fin de semana. Y es que durante la semana muchos deben
lidiar con el tráfico o con el mal trato de los “choferes” de la locomoción
colectiva ¿para seguir soportando más ruidos los días sábado y domingo? La
contaminación acústica es, sin duda, otro incómodo costo de vivir en la ciudad.
De
hecho está de moda ver cómo estudiantes compran tapones. Tampoco olvidemos esas
concurridas calles donde transitan muchos taxibuses, cuyos vecinos deben soportar
el “boche” de los frenos de aire y de los bocinazos. Y para qué decir las muy populares carreras
de autos en las principales arterias. Es imposible negar que esta “obligada”
convivencia con el ruido se traduce en personas más nerviosas y aceleradas. Una
realidad que no sólo debiera ser tratada por siquiatras en forma particular;
también -¿por qué no?- por el Estado que
debiera considerar reformas acústicas para que un trabajador y un estudiante,
por ejemplo, tengan derecho a un merecido descanso. ¡Y así rendir mejor en la
semana!
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