Perfiles humanos
José Alejandro Carrasco, alumno del Liceo Pencopolitano B-40 2004-2008:
“En el liceo Penco conocí a mucha gente. Viví buenos y malos momentos, los que no se pueden olvidar”
• El muchacho dijo que como alumno no le gustaba este establecimiento.
• Pero la nostalgia lo lleva a reconocer que es un buen lugar para hacer amigos, pasarlo bien y vivir buenas experiencias que las recordará por toda su vida.
José Alejandro Carrasco (22). Aún con toda la franqueza cuando dice que le aburría el liceo reconoce a la vez que recuerda muy buenos momentos con sus compañeros y amigos.
Buena onda, honesto, “piola” y súper franco. José Alejandro Carrasco (22) vive en Penco, es estudiante del Instituto Profesional Virginio Gómez (Concepción), y ex alumno del Liceo Pencopolitano B 40 (en su comuna), cuenta su experiencia en la enseñanza media.
En la casa de Karina (20), su pareja, el chico de tez trigueña y cabello claro estaba sentado junto a ella en el sillón del living, dentro de una casa ubicada en la subida de calle Blanco, en Penco. Estaban solos en la noche del lunes (eran casi las 9 PM), aprovechando muy gustosos el calor del hogar mientras en la calle hacía frio, ese día estaba nublado.
Al principio José se muestra callado; mientras ve “la tele” (no sintonizaba un programa fija, los enamorados vivían todo el rato haciendo zapping con el control remoto) y regalonea con la polola, hasta ese momento “nunca se había acordado de sus años como estudiante de liceo” porque cuando terminó su enseñanza media lo único que añoraba era decir “adiós”, y no “seguir molestando a los profes en su vida aburrida”, tampoco tiene buenos recuerdos del inspector general Luis Avendaño, a quien los alumnos lo bautizan como “el perro”. Pero comienza a explayarse reconociendo que sin duda fueron muy buenos momentos, confiesa que ahora tiene las ganas de “vivir eso mismo nuevamente”, dice que revive en su mente cada vez que le tocaba ir a clases, y también a aquellos compañeros que “con él vivieron esos momentos en el Liceo Pencopolitano”.
Y le tocó lo que muchos otros ex alumnos vivieron cuando en el recreo pasaban por los pasillos mientras las parejas de alumnos se besaban ganándose en la ventana, cuando pasaban por el hall de la entrada donde había un diario mural que indicaba un listado de alumnos destacados, en los camarines antes y después de las clases de educación física, en el comedor cuando a la salida iban a almorzar, en los baños durante el recreo, en el gimnasio y sus rockolas -con música bailable y DJ´s (los deejays)- cada fin de semestre, en el laboratorio de computación, en biblioteca, y por supuesto, en la sala de clases. Dice: “En el liceo penco conocí a mucha gente. Viví buenos y malos momentos, los que no se pueden olvidar”, con esta frase define al establecimiento, y es que sin pasar siquiera un año muchos ya lo ubicaban, más que integrarse al liceo se integraba a una familia.
Vive con sus dos padres y un hermano, es soltero y pololea, quien también es de Penco. Cuando iba en el liceo no se sentía grato de ir a clases, reconoce que en sus años de “pingüino” no “vivió precisamente los mejores años de su vida, pero sin embargo”, cuenta, “fue un momento de madurez”. Ahora valora los lazos que formó allí, y también recuerda sus juntas de amigos, con ellos “metían la talla” y salían a la playa -cerca se ubica Playa Negra- para fumar y tomar. Le gustaban las fiestas “para pasarlo bien con sus amigos y compartir un buen rato”.
Entró al liceo en el 2004 cuando tenía 14 años, repitió tercero medio en el 2006 y su licenciatura de 4° medio fue en el año 2008, estuvo un total de cinco años. Cuenta que durante su primer día de clases “era un cabro chico con cara de guagua” y que no se imaginaba la cantidad de historias o momentos que desde entonces le tocaría vivir. Entró a este establecimiento porque “no se levantaba ni para ir a la escuela” y porque no estaba interesado en algún otro liceo de Concepción.
Sus primeros días en el liceo fueron para conocer gente, a nuevos compañeros, y para juntarse con amigos que José Alejandro conocía de antes y quienes también entraron al liceo. Con todos ellos conversaban de quien o con quien serian compañeros, reconoce que eso lo encontraba chistoso. Y claramente “las malas y buenas juntas fluirían al poco tiempo del bajo mundo, como en toda sociedad”.
Cuenta que en su primer años se dedicaba a estudiar, no salía mucho con sus compañeros y las mujeres no era una mayor preocupación porque como el liceo es mixto quería portarse bien. Se propuso ser un buen chico que salía de su pubertad y entraba en la adolescencia, pero dice que fue una “lástima que en esta etapa le jugaría una rebeldía impresionante”. Y en ese mismo año ya casi saliendo había probado el cigarro, “de puro mono no más”, empezaba a fumar en el liceo, es uno de sus vicios que todavía lo tiene. Y después de varios meses muchos de sus compañeros ya pasaron a ser amigos, muchos de quienes iban en los otros cursos pasaron a ser conocidos, casi al revés y al derecho. En el sentido estudiantil el 1° medio no fue malo.
Su 2° año ya era como pasar por segunda vez a lo mismo, estudiar y pasarlo bien. Su mentalidad era pasarlo bien todos los días, también paso buenos y malos momentos como cualquier estudiante de media. Tallas con los compañeros, juntas para hacer trabajos, claro que como dice José es el puro decir “voy a juntarme con mis compañeros a hacer un trabajo”, si al fin de cuentas se juntaban a hacer cualquier cosa menos hacer las tareas. Pero cuando había que trabajar lo hacían con responsabilidad y seriedad.
Transcurrido los meses José tenía la mentalidad de pasar a 3° medio, que para el muchacho “es el año clave para decir que estas ya grande y te queda poco para salir del despreciable liceo en esos momentos”, quería puro irse. Obvio que ahora no dice eso, y echa de menos a amigos y compañeros.
Pero cuando pasó a tercero medio fue para él lo máximo que le podía pasar, como estudió en el curso A (3°A) de acuícolas y portuarios nos separaríamos con mis compañeros que tenía desde hace un par de años, y así paso, en el Liceo Penco cuando el estudiante pasa de 2° a 3° medio escoge el curso según sus intereses vocacionales (los que querían entrar a la universidad iban al 3°B que por años fue el curso de los mateos), pero además, el establecimiento cumple dos funciones curriculares, es liceo científico-humanística y liceo técnico (José había entrado al único tercero medio técnico). Postuló a portuario y quedó en el curso de dual, pero trabajar y estudiar fue duro al principio, José estudiaba 3 días y trabajaba 2 con un sueldo que encontraba miserable, en el Puerto de Lirquén ganaba $ 25 mil, y aprovecha de opinar que este “es uno de los puertos menos pagados a los pobres estudiantes como yo en ese tiempo”.
Y finalmente llegó el día más feliz como “pingüino”, es el momento de decir adiós al liceo y sin ocultar sus sentimientos no fue a la licenciatura porque ese período “fue muy fome” para él. Horas después de la ceremonia había ido a la gala pero tampoco llegaba formal –había que ir con camisa y corbata-. Se define como chico único, “es mi vida y creo que solo me interesaba pescar mis papeles para adiós”.
José Alejandro Carrasco, alumno del Liceo Pencopolitano B-40 2004-2008:
“En el liceo Penco conocí a mucha gente. Viví buenos y malos momentos, los que no se pueden olvidar”
• El muchacho dijo que como alumno no le gustaba este establecimiento.
• Pero la nostalgia lo lleva a reconocer que es un buen lugar para hacer amigos, pasarlo bien y vivir buenas experiencias que las recordará por toda su vida.
José Alejandro Carrasco (22). Aún con toda la franqueza cuando dice que le aburría el liceo reconoce a la vez que recuerda muy buenos momentos con sus compañeros y amigos.
Buena onda, honesto, “piola” y súper franco. José Alejandro Carrasco (22) vive en Penco, es estudiante del Instituto Profesional Virginio Gómez (Concepción), y ex alumno del Liceo Pencopolitano B 40 (en su comuna), cuenta su experiencia en la enseñanza media.
En la casa de Karina (20), su pareja, el chico de tez trigueña y cabello claro estaba sentado junto a ella en el sillón del living, dentro de una casa ubicada en la subida de calle Blanco, en Penco. Estaban solos en la noche del lunes (eran casi las 9 PM), aprovechando muy gustosos el calor del hogar mientras en la calle hacía frio, ese día estaba nublado.
Al principio José se muestra callado; mientras ve “la tele” (no sintonizaba un programa fija, los enamorados vivían todo el rato haciendo zapping con el control remoto) y regalonea con la polola, hasta ese momento “nunca se había acordado de sus años como estudiante de liceo” porque cuando terminó su enseñanza media lo único que añoraba era decir “adiós”, y no “seguir molestando a los profes en su vida aburrida”, tampoco tiene buenos recuerdos del inspector general Luis Avendaño, a quien los alumnos lo bautizan como “el perro”. Pero comienza a explayarse reconociendo que sin duda fueron muy buenos momentos, confiesa que ahora tiene las ganas de “vivir eso mismo nuevamente”, dice que revive en su mente cada vez que le tocaba ir a clases, y también a aquellos compañeros que “con él vivieron esos momentos en el Liceo Pencopolitano”.
Y le tocó lo que muchos otros ex alumnos vivieron cuando en el recreo pasaban por los pasillos mientras las parejas de alumnos se besaban ganándose en la ventana, cuando pasaban por el hall de la entrada donde había un diario mural que indicaba un listado de alumnos destacados, en los camarines antes y después de las clases de educación física, en el comedor cuando a la salida iban a almorzar, en los baños durante el recreo, en el gimnasio y sus rockolas -con música bailable y DJ´s (los deejays)- cada fin de semestre, en el laboratorio de computación, en biblioteca, y por supuesto, en la sala de clases. Dice: “En el liceo penco conocí a mucha gente. Viví buenos y malos momentos, los que no se pueden olvidar”, con esta frase define al establecimiento, y es que sin pasar siquiera un año muchos ya lo ubicaban, más que integrarse al liceo se integraba a una familia.
Vive con sus dos padres y un hermano, es soltero y pololea, quien también es de Penco. Cuando iba en el liceo no se sentía grato de ir a clases, reconoce que en sus años de “pingüino” no “vivió precisamente los mejores años de su vida, pero sin embargo”, cuenta, “fue un momento de madurez”. Ahora valora los lazos que formó allí, y también recuerda sus juntas de amigos, con ellos “metían la talla” y salían a la playa -cerca se ubica Playa Negra- para fumar y tomar. Le gustaban las fiestas “para pasarlo bien con sus amigos y compartir un buen rato”.
Entró al liceo en el 2004 cuando tenía 14 años, repitió tercero medio en el 2006 y su licenciatura de 4° medio fue en el año 2008, estuvo un total de cinco años. Cuenta que durante su primer día de clases “era un cabro chico con cara de guagua” y que no se imaginaba la cantidad de historias o momentos que desde entonces le tocaría vivir. Entró a este establecimiento porque “no se levantaba ni para ir a la escuela” y porque no estaba interesado en algún otro liceo de Concepción.
Sus primeros días en el liceo fueron para conocer gente, a nuevos compañeros, y para juntarse con amigos que José Alejandro conocía de antes y quienes también entraron al liceo. Con todos ellos conversaban de quien o con quien serian compañeros, reconoce que eso lo encontraba chistoso. Y claramente “las malas y buenas juntas fluirían al poco tiempo del bajo mundo, como en toda sociedad”.
Cuenta que en su primer años se dedicaba a estudiar, no salía mucho con sus compañeros y las mujeres no era una mayor preocupación porque como el liceo es mixto quería portarse bien. Se propuso ser un buen chico que salía de su pubertad y entraba en la adolescencia, pero dice que fue una “lástima que en esta etapa le jugaría una rebeldía impresionante”. Y en ese mismo año ya casi saliendo había probado el cigarro, “de puro mono no más”, empezaba a fumar en el liceo, es uno de sus vicios que todavía lo tiene. Y después de varios meses muchos de sus compañeros ya pasaron a ser amigos, muchos de quienes iban en los otros cursos pasaron a ser conocidos, casi al revés y al derecho. En el sentido estudiantil el 1° medio no fue malo.
Su 2° año ya era como pasar por segunda vez a lo mismo, estudiar y pasarlo bien. Su mentalidad era pasarlo bien todos los días, también paso buenos y malos momentos como cualquier estudiante de media. Tallas con los compañeros, juntas para hacer trabajos, claro que como dice José es el puro decir “voy a juntarme con mis compañeros a hacer un trabajo”, si al fin de cuentas se juntaban a hacer cualquier cosa menos hacer las tareas. Pero cuando había que trabajar lo hacían con responsabilidad y seriedad.
Transcurrido los meses José tenía la mentalidad de pasar a 3° medio, que para el muchacho “es el año clave para decir que estas ya grande y te queda poco para salir del despreciable liceo en esos momentos”, quería puro irse. Obvio que ahora no dice eso, y echa de menos a amigos y compañeros.
Pero cuando pasó a tercero medio fue para él lo máximo que le podía pasar, como estudió en el curso A (3°A) de acuícolas y portuarios nos separaríamos con mis compañeros que tenía desde hace un par de años, y así paso, en el Liceo Penco cuando el estudiante pasa de 2° a 3° medio escoge el curso según sus intereses vocacionales (los que querían entrar a la universidad iban al 3°B que por años fue el curso de los mateos), pero además, el establecimiento cumple dos funciones curriculares, es liceo científico-humanística y liceo técnico (José había entrado al único tercero medio técnico). Postuló a portuario y quedó en el curso de dual, pero trabajar y estudiar fue duro al principio, José estudiaba 3 días y trabajaba 2 con un sueldo que encontraba miserable, en el Puerto de Lirquén ganaba $ 25 mil, y aprovecha de opinar que este “es uno de los puertos menos pagados a los pobres estudiantes como yo en ese tiempo”.
Y finalmente llegó el día más feliz como “pingüino”, es el momento de decir adiós al liceo y sin ocultar sus sentimientos no fue a la licenciatura porque ese período “fue muy fome” para él. Horas después de la ceremonia había ido a la gala pero tampoco llegaba formal –había que ir con camisa y corbata-. Se define como chico único, “es mi vida y creo que solo me interesaba pescar mis papeles para adiós”.
1 comentario:
tan carretero este niño jjajajaa igual lo amo =)
Publicar un comentario