Los primeros meses fueron estables, Natividad y Ramón ya se consolidaron como pareja. A tal punto que el hombre llegó a vivir en la casa. Todo bien hasta que la mamá de Jacqueline salió de la casa, allí quedaban tres personas, la abuelita quien en el patio tendía la ropa, mientras la niña y el padrastro estaban al interior de la vivienda. Esta joven estaba tranquila recostada en su cama, viendo televisión. Allí el pervertido empezó a tener fijaciones con la menor.
¿Cuento conocido como en muchas otras historias? Ramón abusó de su “hijastra”.
Jacqueline tuvo vergüenza de contarle a su familia por lo que le pasó, aunque igual hizo notar su primer embarazo. La mamá y la abuelita estuvieron convencidas de que la niña tuvo un pololeo con un “chiquillo” por ahí, pero que este la habría dejado, cuando en realidad el villano siempre estuvo con ellas (y no lo sabían). Al final nació este primer hijo, y fue el único quien se salvó de los posteriores infanticidios ocurridos años después (Con los otros siete “hermanitos”).
Durante toda una década Ramón y Jacqueline tenían relaciones sexuales clandestinas, a tal punto que a mediados de los 90’ la joven practicamente normalizó estas conductas (Claro que todo esto era parte del Síndrome de Estocolmo). El reto era que Natividad y la anciana no se dieran cuenta de estas relaciones impuras, eso los habría motivado a ambos matar a cada recién nacido que vendría al mundo.
En términos psicológicos, Jacqueline estaba prácticamente hipnotizada.
Pero luego ella tuvo un despertar, cuando apenas cumplida su mayoría de edad conoció a un pololo en el fundo donde trabajaba (se dedicó a temporera). Esto pasó en las zonas rurales de Colina, a todo esto. Con esta nueva etapa, Jacqueline empezó a madurar y mas aún tuvo mas conciencia por lo que le estaba pasando. Antes del 2003 Ramón intentó abusar una vez más de Jacque, pero esta un poco más empoderada no se dejó abusar y aprovechó su nuevo pololeo para construír así una nueva vida (mucho más digna).
Apenas Trinidad supo de esta situación, no dudó ni un segundo en echar a Ramón de su casa.
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