ARCHIVO (Junio de 2022): En ese momento, la Convencional Constituyente Bessy Gallardo creyó o estaba convencida que hablando con la jerga flaite convencería a la población para que voten Apruebo en un posterior plebiscito, cosa que como ya sabemos.... ¡no ocurrió!
Hace exactamente dos décadas, en el año 2005, Chile presenció un fenómeno radial que rápidamente trascendió las ondas para instalarse en la conversación nacional, los foros de internet y hasta en el inconsciente colectivo: la campaña “PITEATE UN FLAITE” de Radio Carolina. Más allá de su tono provocador y humorístico, este eslogan se convirtió en un grito de desahogo ante una realidad social en ebullición. El "flaite", esa figura alternativa y periférica, encarnaba una molestia que iba mucho más allá de una moda poblacional. Era la personificación del "choro" prepotente, el vicioso, el faltador de respeto, el que se burlaba de la norma y atropellaba el espacio ajeno. Si en el siglo pasado este arquetipo era el "roto" empobrecido y marginado, el "flaite" del nuevo milenio, aunque de raíz similar, se distinguía por su arrogancia y su actitud desafiante. La frase radial, cargada de una polémica que la hizo viralizar incluso antes de la era de las redes sociales masivas, fue un refugio psicológico y anímico para una sociedad que comenzaba a sentirse hastiada por la prepotencia, el desprecio y la transgresión de lo más básico: el respeto a la vida tranquila y digna.El tiempo ha pasado, pero el hastío, lejos de disiparse, se ha intensificado. Si bien es cierto que la crítica al "flaite" dejó de centrarse estrictamente en la vestimenta o el habla —debido a la evolución de los discursos de inclusión—, hoy se juzga con mayor dureza por ser simplemente un “cacho” y un “estorbo” para una sociedad que aspira a la dignidad. El miedo y el cansancio se han agudizado con el auge del Crimen Organizado, que ha reordenado las prioridades de la crítica. Antes, las conductas marginales y la delincuencia se condenaban de manera incuestionable. Hoy, el anhelo de retorno a una sociedad digna se ve lejano cuando la delincuencia parece tener intereses creados con la clase política. Es inevitable recordar que en aquel 2005, la entonces diputada Carolina Tohá tomó acciones legales contra Radio Carolina por esta campaña, instalando una caricatura ofensiva. Una ironía histórica, considerando que, 18 años después (en 2023), su gestión como Ministra del Interior en la lucha contra la delincuencia le costaría un intento de campaña presidencial derrotada.
En ese contraste entre la sanción moral de antes y la impotencia de hoy, se refleja el verdadero drama de nuestra decadencia, donde el lucrar o el "tener" tiene más validez que el conocimiento o la educación, y donde el flaite se erige como el epítome de lo arrogante, lo mediocre, lo hedonista y el obstáculo para vivir en paz.
A dos décadas de distancia, la cultura flaite ha experimentado cambios notables, especialmente en el ámbito económico, pero se ha mantenido estática en lo intelectual y educacional. Se ha producido una especie de "ascenso" sin la correspondiente elevación valórica.
Cinco elementos clave desmenuzan esta evolución:
Aparato Intelectual Camuflado: El habla ha mejorado sutilmente, no por educación, sino por una necesidad de aparentar e intentar encajar en contextos menos marginales.
Infiltración Cultural: Las modas poblacionales, como ciertas vertientes del reggaetón y otros géneros urbanos, han permeado los estratos altos (el "reggeatonero cuico"), e incluso han validado artistas villeros que antes solo eran aceptados en la periferia.
Éxito con Origen Cuestionable: El auge de futbolistas exitosos que llegaron a ser millonarios, o el de modelos y chicos reality de origen similar, muestran una vía de ascenso basada en el talento o la exposición, no necesariamente en la formación o la ética.
La Transformación Evangélica: El mundo evangélico ha funcionado a menudo como un agente de cambio de aspecto y estilo de vida para personas que antes pudieron haber sido delincuentes o barristas, ofreciendo un nuevo marco de pertenencia.
El Poder del Narco: El factor más disruptivo es el narcotráfico, que ha dotado al delincuente de un poder adquisitivo impensable. Hoy, jóvenes sin cuarto medio terminado manejan vehículos de alta gama, iguales a los de un rector de universidad. La pregunta es hiriente: ¿Cómo logra esto un delincuente en un país donde muchos profesionales con estudios universitarios luchan por encontrar un trabajo digno?
Finalmente, no podemos cerrar esta reflexión sin evocar un hecho puntual que ocurría en paralelo en comunas más pequeñas: la invasión del vandalismo. En Penco, por ejemplo, desde agosto de 2005 se hizo notorio el predominio de los rayados en muros emblemáticos (frontis municipalidad, consultorios, gimnasios), a manos de piños de barristas de Colo Colo y la U. de Chile. Esto ocurría en una comuna que aún cargaba el estigma de ser el "patio trasero" de Concepción tras el cierre de Lozapenco en 1990. Pero afortunadamente veinte años después, Penco ha logrado reconvertirse como punto turístico en el Biobío, demostrando que la voluntad y el esfuerzo pueden reconfigurar un destino. La pregunta que queda en el aire es si, como sociedad, lograremos reconvertirnos y desterrar por completo las conductas que hace dos décadas, con una frase polémica, solo intentamos exorcizar.




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