Galería Jorge Alessandri - Centro de Concepción Ubicada al frente de la Plaza Independencia (por calle Anibal Pinto) Conocida también como la galería de las librerías y de los llaveros. |
Hace algún tiempo predominó también el estigma de que el comerciante penquista tendría fama de “amargado”, “apurón” y “prepotente”. Podemos entender que éstos tengan de repente malos días, pero también existe el sentimiento de que los vendedores no tienen empatía con el consumidor. Y eso es lo que amarga la fiesta muchas veces. Hay momentos en que una persona tiene todas las ganas de salir a comprar en el centro de Concepción, pero en el camino siempre hay elementos que te bajonean el ánimo, uno de esos son los malos tratos del comerciante al consumidor (Sobre todo, si el cliente pasa por un chascarro involuntario….pobre de aquel que se le olvide algo en la casa, porque el vendedor no está dispuesto ni a contenerlo ni consolarlo, por mucho que el apaleado ande portando billetes en la cartera del pantalón).
Han habido casos en donde los vendedores (quizás instruidos por su superior o supervisor) son demasiado drásticos, exigentes y hasta algo protocolares con el consumidor. El ejemplo está cuando en un tramite X, piden tajantemente el carnet para poder hacer las movidas, ¿Que pasa si el comprador no lo trae? Simplemente no está dispuesto a seguir atendiéndolo salvo que el cliente le suplique con algo de respeto que “le haga una excepción”. Aunque siendo honestos, le pide consideración para que no le alarguen el trámite. Quizás la persona cometió una equivocación al no llevar su cédula de identidad, pero tampoco es motivo para “crucificarlo” (dicho en término figurado ¡claro!), menos si la persona se sabe su RUT de memoria.
A veces la mala suerte (que no son propios de los deseos del afectado) surge de manera involuntaria, por descuidos que también incomodan al apaleado. Pero viene, dicho en buen chileno “la mala cuea”, que al momento de dar datos personales como el número telefónico no se lo sabe de memoria y a la hora de ver su Smartphone para dar ese dato se encuentra con sorpresas ingratas (Se acabó la batería, o sin querer quedó con clave)….el hombre pasa una “plancha bastante incómoda”, intenta pedirle al vendedor que le tenga si quiera un minuto de paciencia. Pero el encargado del local empieza a perder la paciencia, y se queda con un número fijo que le habían dado. En consecuencia que minutos atrás pedía tajantemente el número móvil. Igual era algo cuadrado el vendedor, digámoslo. Le tramitaban el asunto, con la intención de no continuar si a la persona se le olvidaba el carnet.
Minutos después la persona sale del local, y se toma su tiempo de resolver el problema. Cuando lo logra, vuelvo al local convencido que así haría indirectamente las pases con el vendedor. ¿Que es lo que hace allí? Le da su número movil, aunque el vendedor no está dispuesto a recibirlo ¿Razón? Ya había terminado el fichero. De no ser porque la persona le insiste que le anoten, para intentar reparar el problema, el vendedor habría finalizado el trato con el consumidor.
Lo ideal fuera que el vendedor, sin perder la relación comercial (que es algo formal), se relajara un poco y tuviera un trato de “acomodo” con la persona, de facilitarle en algo su camino. Es ahí la verdadera empatía. No le costaba decirle…..”¡Si! ¡No hay problema! Digame su rut. Despreocúpese”
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Ante esta anécdota, surgen otro tipo de historias parecidas (Que incluso son más recurrentes). Otra cosa que llega a desagradar del centro de Concepción, es que los comerciantes no tienen la voluntad de ayudar en cambiar las monedas. A veces uno recurre a los kioscos para cambiar billetes, pero el comerciante (incluso notándose su egoísmo “rasca”) repite como robot que no tiene plata, simplemente para no ayudarlo y esperar que el cristiano se vaya. Llega a ser indolente a veces.
Aunque la Convención ha dejado varios puntos críticos en su redacción de Nuevo Borrador, no podemos negar que el Estallido Social (como concepto académico y social) ha dejado lindas moralejas de carácter moral tipo muy relacionadas con la solidaridad. En estos últimos 3 años se ha hablado de empatía y salud mental. Gran parte de los trabajadores deben lidiar con una rutina llena de obstáculos e intentos de “caída” (en diversas índoles). Muchos chilenos, sobre todo los menos pudientes, deben afrontar un sin fín de trámites para intentar cumplir con requisitos y escalar un poco en esta vida (Al final todos queremos la felicidad). La empatía social consiste en facilitarle el camino a la otra persona, por lo que darle opciones cuando a alguien involuntariamente (y sin mala intención) le pasa un “chasco” consiste en ablandarle sus problemáticas cotidianas (no empeorarlas). Es ahora cuando el simple ciudadano chileno después de terminar sus metas, aunque sea por pagar la cuenta del agua, llega con un alivio espiritual muy satisfecho a su casa (para descansar….y dormir).
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