Los mas citadinos, o quienes no tengan el habito de consumir mariscos varias veces en el mes, tienen la siguiente referencia del atún. Juran que es solo el producto enlatado que suelen encontrar en supermercados, con porciones muy pequeñas. Pero si comparamos esa conserva con el verdadero atún, que es el pescado que encontramos en la feria, notamos que existe una gran diferencia. Aunque dado de que éste último es un manjar (junto con el salmón) quizás el valor del atún puede ser un repulsivo obstáculo para ser degustado y disfrutado en la hora de almuerzo.
Este tipo de pescado tiene una
característica bastante particular. Partamos de la base que en las pescaderías
son de un tamaño 3 o 4 veces más grande que ese otro producto en conserva (que
suele encontrarse en los supermercados). Lo mejor viene cuando después de ser
cocido se dividen las porciones para los diferentes platos enviados a la mesa. El
ancho o el grosor entre las escamas (huesos) y la piel del pescado es mucho más
extenso, y eso hace que el atún sea totalmente distinto a la sierra (por
ejemplo).
Pero cuando el comensal busca el servicio, y quiere probar la carne del atún, podrá notar que la textura es totalmente suave. Si está bien cocido (además de frito o ahumado) puede transmitir un olfato idéntico al del pollo asado.
Recuerda que cuando compras la
bandeja de pollo en el supermercado, generalmente te lo meten después de
haberlo freído. Eso todos lo saben. Sacas el pollo entero, obviamente que lo
vas dividendo a distintas porciones, y al probar un trutro la carne se saborea
suave. Lo mismo pasa con el atún, su contenido es bien fácil y sencillo de
sacar con el tenedor.
La gracia de una carne bien preparada, o bien degustado, es que ojalá sea fácil de cortar con el cuchillo.
El
pescado es delicioso, y es parte de nuestra identidad popular, pero el atún es
tan grato como plato que en comparación con el jurel (por la gran cantidad de
huesos) es mucho más cómodo.
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